Exhausta, corazón en la boca y mano en el pecho mientras intentaba respirar algo de aire puro que emitía el ambiente de aquel parque y su estanque.
¿Qué estoy haciendo?
Se repetía esa pregunta una y otra vez llenando poco a poco su pecho, ¿por qué se empeñaba en encontrar a alguien que solo le sonrió una vez? Sería una pura obsesión solo para no volver a los abismos en los que vivía, un simple entretenimiento, un juego, pero fue en ese momento cuando decidió alzar la vista y mirar al frente para darse cuenta que una figura a pocos metros, sentada en un banco, la miraba con algo de desconcierto.
- ¿Te encuentras bien? - preguntó la desconocida - Se te veía muy preocupada mientras corrías hacia aquí...
- E..Eh.. Sí! - era inevitable no dudar de las palabras - Estoy bien, gracias por preocuparte -
- Parece como si se te olvidase algo - le ofreció una sonrisa mientras un gesto amable la invitaba a sentarse a su lado - ¿Lo has encontrado?
- En cierto modo sí... - sentándose a su lado - Gracias por el asiento.
- No te preocupes, yo ya me iba - levantándose - Hasta la próxima y.. date un respiro! - empezaba a caminar -
- ¡Espera!
- Se da la vuelta - ¿Ocurre algo? - inclinó su cabeza para reflejar la duda.
- ¿Sueles venir por aquí? - ¡Caroline! ¿Cómo le vas a preguntar eso, así, sin más razones? - su cara de circunstancia daban a entender que esa no era su pregunta.
- Supongo que sí... ¡Hasta luego! - se despidió esta vez con una sonrisa.
Caroline no daba crédito a lo que acababa de suceder.. Corrió desde esa tetería porque algo le decía que ella estaba ahí aunque no fuese la primera vez que esa sensación la inundase, no era la primera vez que corría sin razones hacía ese parque, no era la primera vez que llegaba y se sentía tan sola.. hasta el día de hoy. Se quedó allí pensando en todo lo sucedido, en como esa figura oscura le ofreció en un segundo todo lo que ella necesitaba, toda esa luz que llevaba semanas buscando, el valor para hablar, la sinceridad de una sonrisa... Miles de frases resonaban en su mente haciendo que su nueva amiga pareciese más un ángel que una persona con esa amabilidad innata y es que ya lo había dejado claro el día que le sonrió sin más y hoy, sin duda, había empezado a fabricar unos cimientos que parecían estables.
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